Al pie de un árbol
Juan Pablo Villa encontró un piano
el piano de la abuela
cuando tenía seis años
e iluminado
no ha dejado de tocarlo, así de inquieto.
El canto le llegó como a un gallo
yo no lo vi
sólo lo oyí cantar
Las flucturas que su voz ensortija
como el atrapaviento de sus rizos
en una redoma de oro
son cántaros de sombras y ecos sagrados
a veces morados, como el abismo
a veces trigueños, como su desierto trababa
y el quebranto
Al pie de su ventana
con un café siempre en mano
resuelve rompecabezas
improvisaciones de
lo que Pedro Infante trataba de ocultar
con cierta esperanza vana
y diregido se va
a esa estrella marinera
nadando o volando, que lo mismo da
para ponernos los pies en la luna
y compartirnos la fortuna del colorín
colorado
que guarda en sus manos
¡Ah! qué alta se ve la luna
como una canica de agua
muy transparente
vide brillar
de esas que son amuleto
perla
y corazón
con la luz de la mañana
Así pues, amigos míos
esta historia es muy bonita
de Juan Pablo Villa
cuando nos da su amor
Zazil Alaíde Collins